De nuevo Gramsci

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Gramsci se ha granjeado las simpatías del “mundo revolucionario” contemporáneo y también las del mundo reaccionario, que libran tremendas batallas entre sí por obtener el derecho exclusivo a ser su discípulo. Olvidemos a los reaccionarios y veremos que, curiosamente, para la izquierda gramsciana el eje central sobre el que gira la obra de su ideólogo es su actualidad, entendiéndola como la superación de las ideas políticas que acunaron las revoluciones del siglo XX y que, en vista de los resultados logrados, se descalifican a sí mismas para erigirse en referente. Aun así, insisten en la identidad Lenin-Gramsci.  Pero si Gramsci, al igual que Lenin, no pertenece al siglo XXI ¿cómo puede inspirar el socialismo de este siglo que viene a enterrar al del siglo XX, mientras a Lenin se le niega vigencia? Si Gramsci y Lenin son hermanos gemelos, ¿por qué, entonces, no es válida para los seguidores de Gramsci la dictadura del proletariado, y pierde vigor el principio de que el proletariado es el sujeto revolucionario? En este último apartado nos enfrentamos a una flagrante contradicción y es que el “mundo revolucionario contemporáneo”, mejor dicho los Gramscianos de izquierda se hallan profundamente divididos pues en tanto el PCPE advierte que “Gramsci sigue la trayectoria de Lenin”, Chantal Mouffe  en Francia, Ernesto Laclau en Argentina y Pablo Iglesias en España extraen de Gramsci que “los sujetos políticos no son ya las clases sociales, son voluntades colectivas”.

Estas no son las únicas contradicciones que se manifiestan inapelables en torno al ideólogo italiano. El intento de identificar a Gramsci con Lenin origina, además, una reacción contraria debido a que la utilización del sardo lleva emparejada la postergación del soviético y la abjuración de los principios marxistas-leninistas en una pléyade de bastardos.

El tránsfuga Monereo adora a Gramsci hasta proclamarlo “el leninista más coherente de occidente”. En el 2013 sentenciaría “Nunca como hoy ha sido tan necesario el socialismo, ni jamás ha estado tan lejos. Esto es así porque ha desaparecido de nuestro imaginario la idea de revolución. Se trata, en el fondo, de un problema de Hegemonía gramsciana”. Pero Gramsci es el acicate que le permite dar el paso definitivo hasta convertirse en el máximo exponente de la apostasía. El inefable Monereo reniega de todos los principios marxistas-leninistas y apuesta por “ajustar las cuentas con la teoría predominante que el movimiento obrero ha tenido en este largo período, que es el marxismo. El marxismo tiene que ser sustancialmente revisado”  – dicho en Perú, Noviembre, 2015.

A estas alturas, Julio Anguita presume de leninista y de gramsciano: “Para explicarme: yo soy de El Capital y de Lenin también. Pero precisamente porque soy de Lenin, soy de Gramsci, y como soy de Gramsci creo que hay que crear la hegemonía, y la hegemonía se crea en una praxis que utilizo que es muy especial».  Al mismo tiempo  afirma: «Yo, que soy comunista, hace tiempo renuncié a plantear el comunismo como alternativa o el socialismo, porque eso no llega a la gente. A la gente sí le llega un derecho humano».

Alberto Garzón  no se queda atrás y siguiendo a su maestro Anguita, apuesta por un Gramsci que tiene respuesta a todas las situaciones a las que se enfrenta el capitalismo: “Pero no sólo esas variables importan, como bien sabía el pensador italiano y líder comunista Antonio Gramsci. La ideología y sus símbolos son las lentes y los conceptos con los que cada uno de nosotros analiza la política y toma decisiones al respecto.” Durante la campaña electoral en Grecia para las europeas Alexis Tsipras anuncia que: «La Izquierda de Togliatti, Gramsci y Berlinguer está de vuelta en Italia y llegó para quedarse«. También La “Escuela de cuadros” del PSUV de Venezuela ha dedicado varias emisiones a loar y reivindicar a Gramsci, fundamentalmente a su hegemonía.

Al objeto de rescatar al Gramsci marxista-leninista, la editorial Templando el Acero editó ¡Manos fuera del camarada Antonio Gramsci! de JOSE ANTONIO EGIDO quien posteriormente sentenciaría en Venezuela que: “Rescatar al verdadero Gramsci Marxista Leninista es golpear ideológicamente a los cínicos manipuladores como el académico argentino Néstor Kohan, a los eurocomunistas y a todos los que se empeñan en combatir desde la ideología y la filosofía las tareas gramscianas que acabamos de mencionar”.

Qué duda cabe que Gramsci tuvo un comportamiento ejemplar, revolucionario durante toda su vida soportando valiente la fiereza de una cárcel fascista y su actitud frente a la Unión Soviética no se puede cuestionar, tal como escribe Egido, pero Gramsci, como todo ideólogo comunista es a la vez:  táctica, economía, política y filosofía. Y he aquí la cuestión ¿coincide Gramsci con Marx, Engels y Lenin en todas estas materias? Recordemos que el marxismo-leninismo se nos revela como un todo. No podemos dejarnos intimidar por falsos leninistas como tampoco por los criterios esgrimidos por Egido. El sacrificio y la honradez no siempre es el certificado de llevar la razón.

José Antonio Egido lleva parte de razón respecto de Néstor Kohan debido a que éste utiliza a Gramsci para enfrentarlo al marxismo de la Unión Soviética, a Lenin y a Stalin, pero solo parte de razón, porque Néstor Kohan se muestra apasionadamente favorable a Gramsci, especialmente porque cuestiona el materialismo dialéctico de Marx, Engels y Lenin, más allá del concepto hegemonía que es a lo que se quiere reducir el pensamiento gramsciano. Néstor Kohan y el filósofo cubano Rector de la Universidad de la Habana, Rubén Zardoya, se prodigan en América Latina dando clases de filosofía siendo su especialidad más sobresaliente la dialéctica. Ambos divulgadores atacan a la vulgaridad, al mecanicismo etc. Según Zardoya: la dialéctica puede convertirse en su contrario,-metafísica- y apostilla: “no solo es posible, se ha convertido. Si yo ahora digo, como dijo durante mucho tiempo y como dijo incluso gente inteligente que la dialéctica es la ciencia más general que estudia las leyes más generales que rigen en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, pues yo a partir de esa definición ya estoy abriendo el camino a la conversión de la dialéctica en algo anticientífico y en algo metafísico”                     

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Indudablemente, a Zardoya y a Kohan, mucho más a éste último, les gustan Gramsci, entre otras cosas, porque coincide con ellos en la revisión del materialismo dialéctico de Marx, Engels y Lenin. Compruébese que las objeciones de Zardoya a la definición de la dialéctica expuestas en el párrafo anterior, es una crítica directa y dura al marxismo genuino, concretamente Engels fue quien definió la dialéctica en los términos que él y Kohan la rechazan «La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento.»  Engels, Anti-Dühring. Por consiguiente, coincide plenamente con Gramsci.

Gramsci se opone al Engels del Anti-Dühring en los siguientes términos “Es cierto que en Engels (Antidühring) se hallan muchos puntos que pueden llevar a las desviaciones del Ensayo. Se olvida que Engels, a pesar de que le haya dado mucho tiempo trabajado, ha dejado poco material sobre la obra prometida para demostrar la dialéctica ley cósmica y se exagera al afirmar la identidad de pensamiento entre los dos fundadores de la filosofía de la praxis” (Quaderni, vol. II, c 11, p. 149)

Pero Engels ni titubea ni ofrece dudas: La Naturaleza –dice- es la piedra de toque de la dialéctica y las modernas ciencias naturales nos brindan como prueba de esto un acervo de datos extraordinariamente copiosos y enriquecido cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por los cauces dialécticos y no por carriles metafísicos que no se mueve en la eterna monotonía de un ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia.

El aspecto subjetivo desempeña un papel relevante en el sistema gramsciano, rasgo que caracteriza el llamado Marxismo Occidental, el cual niega la existencia de una dialéctica para la naturaleza, porque considera que Engels se equivoca al hacer suya la idea de Hegel al extender el método dialéctico al conocimiento de la naturaleza, Según Lukács en la naturaleza no se contiene las determinaciones decisivas de la dialéctica: la interacción entre sujeto y objeto, la unidad de teoría y praxis.

En Quaderni, vol. II, c. 11, p. 1488 refiriéndose al Materialismo Histórico Gramsci insiste en la obligación de poner el acento sobre el segundo término: “histórico y no sobre el primero de origen metafísico”. Para Gramsci el materialismo, con su hipótesis sobre un mundo objetivo independiente del hombre adquiere un sentido metafísico: “Todas las religiones han enseñado y enseñan que el mundo, la naturaleza y el universo han sido creados por Dios antes de la creación del hombre y que entonces el hombre se ha encontrado con un mundo hecho, catalogado y definido de una vez para siempre”. Por consiguiente, Marx, Engels y Lenin tienen una visión metafísica.

Lenin  en cambio para demostrar la conexión íntima entre el materialismo histórico y el materialismo filosófico nos recuerda en “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”: “Marx profundizó y desarrolló el materialismo filosófico, lo llevó a su término e hizo extensivo su conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El Materialismo histórico de Marx es una conquista formidable del pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que hasta entonces imperaban en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo de un tipo de vida social se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro más alto”.

El hecho de que Marx, Engels y Lenin postulen un mundo –realidad objetiva- independiente de la voluntad del hombre, no desdice en modo alguno su interacción categorial. Catorce años después de las famosas Tesis sobre Feuerbach, obra en las que se basa el oportunismo  para demostrar los errores de Lenin y los asertos de Gramsci, en el prólogo a la obra “Crítica de la economía política”, Marx dice: “En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas materiales”.

Es decir, Marx, Engels y Lenin, aseguran que el mundo objetivo existe y prevén que hasta que no se reúnan las condiciones precisas, mientras las premisas revolucionarias de este mundo objetivo en la sociedad humana no hayan alcanzado el grado de desarrollo oportuno, no puede devenir la revolución. En el caso opuesto nos enfrentamos a un subjetivismo desquiciado. Según el “estalinismo” la interacción se opera para la transformación,  pero no se determina en toda situación, en cualquier momento, o al deseo del factor subjetivo.  Entendiendo el factor subjetivo no como el hombre genérico sino como clase social, hasta el advenimiento del comunismo. Lo que no es óbice para afirmar que el conocimiento le viene dado al factor subjetivo a través de su práctica.

Siguiendo al marxismo genuino de Marx, Engels y Lenin, el proceso histórico-natural es ineludible y objetivo, del mismo modo que son las transformaciones de la naturaleza; no depende de la voluntad y la conciencia de los hombres, sino que, al contrario, determina su voluntad y su conciencia. Es cierto que esta situación plantea un problema a solventar. ¿Cómo conciliar la circunstancia de que la vida social, el devenir histórico, es creado por los hombres, dotados de conciencia, voluntad y deseos y que se señalan fines definidos y el hecho de que la historia está subordinada a leyes necesarias, objetivas, independientes de la voluntad y la conciencia de los hombres?

Tal contradicción se resuelve en el marxismo-leninismo  porque los hombres (pueblos, clases, partidos…) con la intención de lograr sus metas se dirigen por ideas, ilusiones, aspiraciones, al mismo tiempo que viven en condiciones objetivas muy definidas, independientes de su voluntad y su deseo, que determinan la orientación y la condición de su actividad, sus ideas y objetivos a lograr. Es decir, el materialismo histórico parte de la realidad de que el ser (la existencia) social es lo primario, mientras que la conciencia social es lo secundario. Y esta es un reflejo correcto o desfigurado de la existencia social. Por tanto, no es la conciencia social la que determina el régimen de vida social y la dirección del desarrollo de la sociedad como suponen los gramscianos e idealistas. El ser social  determina, en última instancia, la conciencia social, las ideas, aspiraciones y objetivos de los hombres, de las clases sociales.

Los subjetivistas gramscianos caen en el  grave error de identificar ser social con conciencia social. Sin embargo, para Lenin la relación recíproca entre los hombres como seres conscientes, no significa que el ser social sea idéntico a la conciencia social, porque ésta puede ser un reflejo más o menos fiel de la existencia social, pero nunca será idéntica a ella, en primer lugar porque ésta no está determinada por la conciencia, y segundo, porque incluso no la abarca por completo.

De lleno en el ámbito de la hegemonía nos encontramos con una contradicción capital fruto de las posiciones encontradas de Lenin y Gramsci respecto de la dialéctica (materialismo-dialéctico e histórico), se trata de la concepción que ambos mantienen de la sociedad civil. En tanto Lenin acepta la idea de Marx: ”La forma de intercambio condicionada por las fuerzas de producción existentes en todas las fases históricas anteriores y que, a su vez, las condiciona es la sociedad civil, que como se desprende de lo anteriormente expuesto, tiene como premisa y como fundamento la familia simple y la familia compuesta, lo que suele llamarse la tribu, y cuya naturaleza queda precisada en páginas anteriores. Ya ello revela que esta sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia y cuan absurda resulta la concepción histórica anterior que, haciendo caso omiso de las relaciones reales, solo mira, con su imitación, a las acciones resonantes de los jefes y del Estado. La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos” –Ideología Alemana.

Gramsci tiene otra noción muy distinta de la sociedad civil: “se pueden fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la “sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados “privados” y el de la “sociedad política o Estado”

Marx, Engels y Lenin entienden que la sociedad civil son las relaciones de producción, o sea, las estructuras económicas, idea diametralmente opuesta a la de Gramsci, que incluye la sociedad civil en el ámbito de las superestructuras. Y pese a que Gramsci apela a la hegemonía leninista las diferentes concepciones sobre la sociedad civil tienen su peso y sus diferencias a la hora de concretar la hegemonía.

¿Cuáles son a nuestro juicio las características distintivas de la hegemonía en Gramsci respecto de la de Lenin?

Hegemonía gramsciana:

  1. Supremacía de la dirección cultural e ideológica.
  2. La sociedad civil es el campo de batalla, por lo que la clase que controla la sociedad civil es la clase hegemónica
  3. El grupo hegemónico en la sociedad civil es también el predominante en el Estado (sociedad civil más sociedad política)

Hegemonía leninista:

  1. Supremacía política
  2. Eliminación violenta del aparato del Estado
  3. La sociedad política tiene primacía sobre la sociedad civil

Lo que está sucediendo en estos momentos  es que la derecha  Gramsciana exagera los rasgos de su líder, hasta escorar su teoría hacia el ultraderechismo, dibujándonos un Gramsci reaccionario. En cambio, el ala izquierda, desnortada, sin capacidad para realizar un análisis objetivo de la realidad que nos circunda, incapaz por tanto de elaborar un programa que dé respuesta al mundo actual rellena su vacío ideológico con un Gramsci ideal para pasar de matute su oportunismo y su fracaso.

En ambos casos, son gente que caminan a la deriva, hoy nos dicen una cosa y mañana lo contrario, a veces porque es su comer y, en otras, porque no tienen escrúpulos en confundir a los trabajadores aprovechando la promoción sospechosa que de ellos hacen determinados medios de comunicación burgueses.

Por todas estas razones, es necesario y un deber por nuestra parte exponer con claridad y contundencia que Gramsci y Lenin no son la misma persona, ni en torno a la dialéctica, ni en el método de lucha.

 

Manuel Góngora. Militante del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) en Sevilla.




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