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EEUU y su imperialismo decadente necesitan la Guerra Mundial

La guerra, según Clausewitz, es la continuación de la política por otros medios. La guerra económica y política entre las potencias imperialistas emergentes, encabezadas por China, y las potencias imperialistas en franca decadencia, encabezadas por EEUU, llevan décadas desarrollándose y enconándose. Por un lado las potencias emergentes, a las que la producción mundial cada vez se desplaza en mayor cuantía, quieren imponer este incremento de su participación en la producción mundial en el sistema financiero, en sus instituciones y para ello utilizan no solo la razón de su capacidad productiva en el mundo, sino que también emplean el argumento democrático indicando que, a su vez, la representación y el peso en dichas instituciones imperialistas donde se dirige el mundo tienen que contemplar junto a esa capacidad productiva de la potencia el número de habitantes, donde los países BRICS significan el 40% de la población mundial. Así pues, BRICS, liderados por China, que en 2021 representan el 25% del PIB Mundial, el 30% del territorio mundial, el 18% del comercio internacional, el 40% de la población mundial y han sido destinatarios del 25% de las inversiones extranjeras directas del mundo, siempre han denunciado que su peso en las instituciones imperialistas desde donde los monopolios dirigen el mundo no refleja su aportación económica y demográfica al mundo.

Por otro lado están las potencias imperialistas en franca decadencia, encabezadas por EEUU, acompañada por sus socios de la UE, Canadá, Japón y Australia, en bancarrota económica como consecuencia de unas políticas monetarias expansivas durante décadas que, en absoluto tenían correspondencia con el incremento de sus Productos Nacionales Brutos.

En esta pugna económica, librada desde hace años, China, y también las potencias BRICS, han ido tejiendo estructuras económicas, instrumentos financieros, como por ejemplo son el New Development Bank (NDB) o Banco de los BRICS o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) o la conversión del yuan en divisa global al ser incorporada al grupo de monedas con Derechos Especiales de Giro (SDR) por parte del FMI en octubre de 2016. Esto es, los BRICS ante la imposibilidad de cambiar la correlación de fuerzas en las estructuras económicas desde donde los imperialistas norteamericanos y sus socios determinan la política económica a nivel planetario, decidieron crear de manera progresiva un sistema financiero alternativo al objeto de liquidar el sistema financiero liderado por EEUU, sus instituciones y su moneda, el dólar, a través de donde influye en la economía mundial.

La guerra entre estos dos bloques imperialistas – tanto política como económica – hace años que también se dirime en el terreno militar, hasta ahora en diferentes puntos del planeta de una manera más soterrada.

El conflicto militar que acontece en Ucrania desde febrero es la continuación de esa guerra política y económica que estos bloques imperialistas llevan décadas desarrollando, en el terreno militar y justo en la frontera rusa, en territorio de lo que fue la Unión Soviética que hermanaba a rusos y ucranianos. En Ucrania el choque es frontal no entre Rusia y el Estado fascista ucraniano, sino entre Rusia – apoyada por otras potencias BRICS – y EEUU -apoyado por sus marionetas de la UE, Japón, Australia, Corea del Sur y Canadá, así como los fascistas ucranianos, esto es, la guerra ya es abierta, en Europa y a las puertas de Rusia.

EEUU es el país con más deuda externa del mundo, en 2021 superaba los 30 billones de dólares de deuda, una deuda impagable. Le siguen como países con mayor deuda externa Reino Unido, Francia, Alemania, Países Bajos, Luxemburgo, Japón, Italia, Irlanda y Canadá.

El imperialismo se halla en bancarrota, y si bien la situación económica de las potencias imperialistas emergentes es menos mala que las potencias mencionadas anteriormente, también se resienten y debilitan con la pugna interimperialista, máxime cuando en la economía imperialista todo se halla interrelacionado y entrelazado, con lo que ambos contendientes se están erosionando.

La situación de EEUU es insostenible no sólo en términos de deuda, sino fundamentalmente en términos sociales. EEUU tiene 332 millones de habitantes, de los que 53 millones – el 16% de la población norteamericana – tiene que acudir a los Bancos de Alimentos para poder subsistir, 55 millones son pobres – el 16,6%. A ello hay que añadir que cada mes abandonan de manera voluntaria los puestos de trabajo unos 4 millones de trabajadores, y la clase obrera está incrementando la lucha sindical de tal modo que los procesos de votación para constituir un sindicato en los centros de trabajo se han incrementado un 58% con respecto al año 2021. Esta situación, a lo que hay que unir el efecto de la inflación sobre la clase obrera y la recesión que harán incrementar las filas de hambrientos y pobres por millones, depauperando todavía más las condiciones de vida de los norteamericanos, el fascismo que se expresa en racismo, fundamentalismo religioso e identitario, la enorme desafección política y la división social existente, hace que las encuestas arrojen que el 50% de los norteamericanos consideran que hay un riesgo alto de guerra civil en los años próximos.

Con esta situación endiablada EEUU necesita la guerra imperialista como tabla de salvación, como forma para tratar de cohesionar a una sociedad fracturada y cada vez más desafecta en términos políticos, como forma para cohesionar a sus socios imperialistas – como está tratando de hacer con la OTAN, organización que han revitalizado en los últimos meses – y como manera de defender su hegemonía agonizante.

Y es en este contexto, en esta necesidad imperiosa de la guerra, donde hay que incardinar las provocaciones norteamericanas, y su instrumento bélico como es la OTAN, producidas esta semana tanto con Kosovo como con Taiwán, o lo que es lo mismo, provocaciones contra Rusia y China.

El hundimiento del imperialismo se acrecienta con su desgajamiento, con su fraccionamiento, con el desarrollo de la automatización que es la negación del mismo, y el avance del socialismo. Ese proceso de desgajamiento se ve en el posicionamiento de los países con el bloque “emergente” o con los EEUU, la entrada de Suecia y Finlandia a la OTAN, o el interés en sumarse a BRICS de Argelia, Argentina, Indonesia, Egipto, Arabia Saudita o Turquía.

Tanto emergentes como decadentes, todos ellos imperialistas, coinciden en su guerra a muerte contra la clase obrera. Si las cifras de desigualdad y pobreza en los EEUU son exageradas, en China el 1% de la población más acaudalada ostentan más riqueza que el 50% de la población más pobre, por no hablar del internacionalismo proletario de China que los obreros griegos y también españoles pudimos apreciar en su esplendor y en los acuerdos de privatizaciones y de pago del cupón, de la deuda, entre otros aspectos, suscritos tanto por Syriza como por el corrupto PP en el Estado español.

La pobreza en el mundo avanza, y el desarrollo de la automatización, aparte de agudizar las contradicciones de este sistema moribundo, condenará a centenares de millones de obreros en el mundo a la miseria, al hambre y a la muerte. Los sistemas de sanidad públicos y las pensiones retroceden en los países del mundo, las condiciones de vida de la clase obrera retroceden y se depauperan, y ello ya se está sintiendo notar en el retroceso de la esperanza de vida.

Los imperialistas, ya sean emergentes o decadentes, únicamente pueden ofrecer a la clase obrera putrefacción, destrucción, guerra, pobreza y muerte. La única salida que tiene la humanidad es acabar con el capitalismo, es armonizar el desarrollo de las fuerzas productivas con las relaciones de producción, es armonizar el desarrollo humano con las necesidades reales de la humanidad, es planificar la economía para cubrir las necesidades del conjunto de seres humanos que habitan el mundo y garantizar una vida digna para todos ellos en concordia con la naturaleza, acabando con la anarquía de la producción existente cuya única finalidad es que una minoría mafiosa, los monopolios, se forren a costa de los trabajadores de todo el mundo.

La clase obrera es la fuerza que debe barrer la explotación y la putrefacción, esto es, el imperialismo. Por ello los comunistas no debemos posicionarnos ni con unos imperialistas ni con otros, sino en contra de unos y de los otros, en favor de la clase obrera, de su organización – desarrollando órganos de poder obrero que se confronten con el Estado burgués – y su unidad en la lucha por la emancipación de la clase, por la construcción del socialismo. El imperialismo está muerto, caduco, es inviable pero no caerá por sí mismo, sino que tiene que ser golpeado para que caiga. La clase obrera con su acción revolucionaria debe hacer añicos al imperialismo, debe desbaratar la cadena imperialista rompiendo los eslabones más débiles, y cada día hay mas eslabones con más debilidad demostrándose la putrefacción de la cadena imperialista hoy.

La única salida que tiene la humanidad es acabar con el capitalismo, con su prehistoria de salvajismo y barbarie, y construir el socialismo como paso previo al comunismo que abra una nueva fase histórica donde la explotación capitalista sea enviada al estercolero de la historia junto con el capitalismo y la burguesía, y donde la humanidad sea capaz de escribir de manera consciente su historia siendo dueña y soberana de su destino.

 

¡SOLO LA CLASE OBRERA PUEDE ACABAR CON LA GUERRA, CON EL CAPITALISMO!

¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS Y LEVANTAOS CONTRA VUESTROS ESTADOS CAPITALISTAS!

¡SOCIALISMO O BARBARIE!

 

Madrid, 5 de agosto de 2022

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)