El pulso de Wagner y el legado de Octubre

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El pasado sábado, el proletariado internacional asistió a un nuevo y bochornoso episodio de la guerra que libran Rusia y la OTAN en Ucrania. En esta ocasión se produjo un pulso entre la oligarquía rusa que llevó a los mercenarios de Wagner a colocarse a 200km de Moscú, concluyendo la escalada de tensión con la victoria del ala dura del Kremlin, de quienes buscan zarandear el avispero del conflicto en busca de más guerra y más muerte para la clase obrera. Por su parte, la participación del proletariado quedó relegada a la categoría de espectador, no mostrando apoyo activo hacia ninguno de los implicados.

Mientras que la oligarquía rusa se fragmenta y enfrenta, los comunistas del mundo tenemos que contemplar la bochornosa actuación del Partido “Comunista” de la Federación de Rusia (PCFR). Este partido, como se ha empeñado en demostrar constantemente, no es más que una expresión del socialchovinismo infiltrada en el movimiento obrero. Si los “comunistas” del PCFR fueran fieles al marxismo-leninismo y a la revolución, el proletariado, al igual que como ocurrió en 1917, hubiera sido el encargado de ajustar cuentas contra los burgueses que dirigen hoy Rusia. Sin embargo, el PCFR, como ya nos tiene acostumbrados, decidió cerrar filas en torno a Putin y el nacionalismo ruso, demostrando que no defienden los intereses de clase del proletariado. Los marxistas-leninistas sabemos que el PCFR, fiel a su esencia oportunista y antiobrera, no moverá un solo dedo por la revolución, pues en su inutilidad solo sirven como peones y retaguardia de una oligarquía criminal.

El PCFR representa una de las lacras a extirpar en el Movimiento Comunista Internacional: el socialchovinismo ruso como falso aliado frente al imperialismo de la OTAN. Como buenos burócratas y oportunistas, trabajan para desviar a los trabajadores del camino del marxismo-leninismo y de la revolución proletaria mundial, mientras que al mismo tiempo defienden los intereses de un puñado de oligarcas en su pugna contra el imperialismo occidental. Contrario a esto, la consigna de los comunistas es clara: ¡Transformar la guerra imperialista en guerra civil, en la guerra de los oprimidos contra los opresores, en la guerra por el socialismo!

Decía Lenin que «el socialchovinismo es la sustentación de la idea de “defensa de la patria” en la guerra actual. De esta posición derivan, como consecuencia, la renuncia a la lucha de clases, la votación de los créditos de guerra, etc. […] Los socialchovinistas repiten el engaño burgués de que la guerra se hace en defensa de la libertad y de la existencia de las naciones, con lo cual se ponen del lado de la burguesía contra el proletariado. […] El socialchovinismo, que defiende de hecho los privilegios, las ventajas, el saqueo y la violencia de “su” burguesía imperialista (o de toda burguesía en general), constituye una traición absoluta a todas las ideas socialistas».

Como dejó claro en su discurso, el mayor temor de Putin, lo que verdaderamente le quita el sueño, es la respuesta de los comunistas y la organización independiente del proletariado en un partido de nuevo tipo leninista. En su discurso, este lacayo de los monopolios dedicó unas palabras a la gloriosa Revolución Bolchevique:

«Las acciones que escinden nuestra unidad son, en realidad, la apostasía de nuestro pueblo, de nuestros compañeros de armas, que ahora luchan en el frente. Esta es una puñalada en la espalda de nuestro país y nuestra gente. Fue un gran golpe el que recibió Rusia en 1917, cuando el país estaba librando la Primera Guerra Mundial. Pero la victoria le fue robada. Intrigas, disputas, politiquería a espaldas del ejército y el pueblo se convirtieron en la mayor conmoción, la destrucción del ejército y el colapso del estado, la pérdida de vastos territorios. Como resultado, la tragedia de la guerra civil.

Los rusos mataron a rusos, hermanos mataron a hermanos y todo tipo de aventureros políticos y fuerzas extranjeras, que dividieron al país, lo destrozaron y se beneficiaron egoístamente. No permitiremos que esto vuelva a suceder».

Para este nuevo zarillo, el sufrimiento del pueblo ruso no fue consecuencia de la explotación y opresión que sufrieron los trabajadores del campo y la ciudad a causa del régimen de los Romanov y la I Guerra Mundial, sino que los culpables fueron los bolcheviques por organizar a trabajadores y soldados contra aquella carnicería. A este ferviente anticomunista apoyan numerosos “comunistas” en diversas partes del mundo, los cuales no han comprendido un ápice del análisis leninista del imperialismo y que, en pos de la realpolitik, lamen las botas de la oligarquía rusa solo porque los intereses puntuales de ésta chocan con el imperialismo decadente de la OTAN.

La guerra imperialista es un estadio inevitable del capitalismo en el afán de los burgueses de emprender la lucha furiosa por la posesión monopolista de las fuentes de materia prima y de nuevos territorios, la lucha, en definitiva, por un nuevo reparto de un mundo ya repartido. Decía Stalin que «para los países capitalistas, la guerra es un fenómeno tan natural y tan legítimo como la explotación de la clase obrera». El imperialismo, como fase última del desarrollo del modo de producción capitalista, se caracteriza por el hecho de que el capital financiero se convierte en el amo de los Estados capitalistas. Y el capital financiero exige nuevos mercados, nuevas anexiones, nuevos centros para la exportación de capitales y nuevas fuentes de materias primas.

En 1914, cuando estalló la guerra total a causa de las contradicciones existentes entre los dos grupos de Estados capitalistas y esta adquirió su carácter mundial, fueron los oportunistas de la Segunda Internacional quienes traicionaron vilmente la causa del socialismo y del proletariado internacional. No se levantaron contra la guerra y declararon la necesidad de la guerra en defensa de “su” patria. Así ayudaron a la burguesía a embrutecer al pueblo. En la Rusia zarista fueron los partidos pequeñoburgueses como los kadetes, el socialrevolucionario de Kérenski y los mencheviques quieres trataron de ocultar el carácter imperialista y rapaz de la guerra. Predicaban la necesidad de “defender la patria” y apoyaban la política zarista de la “paz interior”; de este modo ayudaban al gobierno despótico del zar a hacer la guerra. Solo los bolcheviques se mantuvieron fieles a la gran bandera roja del internacionalismo proletario y lucharon firmemente contra la guerra imperialista, los capitalistas, los terratenientes y la nobleza zarista. Hoy, el PCFR y quienes apoyan su política socialchovinista en la guerra de Ucrania, son los legítimos herederos ideológicos de los traidores de la Segunda Internacional.

Bajo el imperialismo, la libre competencia ha sido sustituida por la tendencia al monopolio y el mundo se mueve al son de los designios del capital financiero. El mundo tras la Guerra Fría quedó repartido en esferas de influencia de las distintas potencias del capital, pero el desarrollo extremo que presentan hoy las fuerzas productivas lleva a la humanidad a un punto en que el único camino para transformar la realidad pasa innegablemente por la siguiente disyuntiva: Socialismo o barbarie. O acabamos con los burgueses o deberemos seguir sufriendo durante décadas las consecuencias de la lucha armada de las potencias imperialistas con el fin de mantener de manera artificial el modo de producción capitalista, el cual se encuentra absolutamente quebrado y carente de legitimidad. La revolución está lanzada y, más pronto que tarde, llegará el día en el que un tribunal popular pondrá a todos los imperialistas contra la pared.

Las condiciones objetivas de finales del siglo XX, con la burocratización y desmantelamiento de la Unión Soviética y la contrarrevolución en China, allanaron el camino al oportunismo, que aprovechó la sensación de orfandad para hacerse hegemónico en el movimiento comunista y que, cobijados bajo el ala izquierda de la burguesía, no conocen otra alternativa que el servilismo desvergonzado hacia la legalidad burguesa y la genuflexión hacia las políticas imperialistas de “su” burguesía, creando, como vemos claramente en el PCFR, una capa de burócratas de ideología pequeñoburguesa.

El contenido ideológico de quienes traicionaron al proletariado en los años de la I Guerra Mundial y de quienes lo traicionan hoy día es el mismo: la defensa de “su” burguesía nacional y la colaboración entre clases sociales en lugar de la lucha de clases, la renuncia absoluta a los medios revolucionarios en favor del pragmatismo político y, como hemos visto recientemente, en no aprovechar las dificultados y contradicciones que surgen en los gobiernos burgueses para avanzar hacia la revolución.

Así pues, la guerra del proletariado y de la vanguardia marxista-leninista no se libra solo contra la burguesía y los monopolios, sino que también se libra una guerra frontal contra quienes demuestren una actitud servil hacia el imperialismo que suponga una renuncia a los principios del socialismo científico y el internacionalismo proletario.

Es indudable que la nueva crisis global del modo de producción capitalista, agravada por la pandemia de la COVID-19 y la guerra en Ucrania, ha llevado a unos niveles extremos la miseria y el sufrimiento de la clase trabajadora a nivel mundial. El carácter reaccionario de esta guerra es claro pese a que trate de disimularse mediante la propaganda otanista o prorrusa, pues detrás de todo esto se esconden los intereses privados del capital financiero y las ansias de rapiña de las potencias imperialistas, ya sean decadentes o emergentes.

La bandera roja de la revolución y del internacionalismo proletario no tiembla en las manos del PCOE. Nuestro partido seguirá realizando propaganda en el ámbito nacional e internacional contra la guerra imperialista y contra los agentes de la burguesía que trabajan dentro del movimiento obrero, con la firme convicción de que debe fundarse una nueva Internacional Comunista sobre la base del marxismo-leninismo y la revolución socialista, que rompa completamente con estos elementos reaccionarios y que se vea depurada de todo oportunismo y chovinismo.

La experiencia de la lucha que libraron los bolcheviques y la posición de los oportunistas actuales debe servir para reafirmarnos aún más en el convencimiento de que el marxismo revolucionario solo puede desarrollarse con la lucha frontal y la inevitable depuración del socialchovinismo, aprovechando las contradicciones del modo de producción capitalista para desenmascarar todas las infamias de la burguesía y de los monopolios.

 

¡SOCIALISMO O BARBARIE!

¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO!

 

Madrid, 26 de junio de 2023

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)




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