El capitalismo, por definición, es un sistema que se fundamenta en la desigualdad social y el robo, todo ello sustentado por la fuerza de la violencia, concentrada en lo que es el Estado burgués o capitalista.
La riqueza amasada en unas pocas manos es la consecuencia de la muerte por hambre, sed y enfermedades curables de centenares de millones de seres humanos y de la miseria y falta de presente y de futuro de miles de millones de personas.
Hoy el capitalismo se halla en la bancarrota y la única manera que los monopolios tienen de sostener, y no por mucho tiempo, el poder político y económico del mundo es mediante la guerra imperialista, asesinando a millones de seres humanos que les sobran y dándose dentelladas entre ellos, pues el capitalismo fomenta el canibalismo no sólo entre las diferentes capas de la burguesía sino entre los propios monopolios.
La caída de la URSS, del denominado campo del socialismo real, sirvió al imperialismo para devorar económicamente a pueblos enteros, engulléndose la riqueza que poseían dichos países; un imperialismo en su esencia donde EEUU, como caudillo de la reacción mundial, interviene militarmente en cualquier punto del planeta con el apoyo incondicional de sus socios, descollando la UE. Sin embargo, el balón de oxígeno del saqueo de la Europa del Este y de la deslocalización de la producción hacia Asia al objeto de acrecentar los beneficios de los monopolios con la sobreexplotación más descarnada, escasamente le duró una década y ya, a mediados de la primera década de este siglo, estalló la crisis de las subprime que se llevó por delante el sistema bancario.
Los capitalistas no dudaron en endeudar a los estados y en generar dinero ficticio a través de los bancos centrales para salvar a los bancos, a la par de expulsar a millones de trabajadores de sus puestos de trabajo y agudizar la sobreexplotación, esto último que también es siempre una constante del imperialismo. En paralelo, las guerras imperialistas y los conflictos interimperialistas ganaban intensidad en el norte de África, en Oriente Próximo, al objeto de modelar el mundo, y concretamente el expolio de los pueblos, en base a los intereses de las fuerzas imperialistas dominantes.
Con dichas medidas económicas adoptadas para salvar al capital financiero, a la banca, se endeudaron los estados transformando la crisis hipotecaria en crisis de deuda de los estados, generando dinero ficticio a espuertas. Y con ese dinero ficticio también se origina la consecuente crisis inflacionaria, puesto que se inyecta un dinero que no refleja un incremento de la riqueza y, por tanto, se devalúa el valor del dinero con respecto a las mercancías y los servicios, empobreciendo todavía más a la clase obrera.
Asimismo, la competencia interimperialista potencia el desarrollo de la automatización de la producción y de los servicios, desajustando todavía más la composición orgánica del capital con el objetivo de minimizar el capital variable y, por tanto, expulsar a millones de trabajadores al paro forzoso.
La mal llamada guerra de Ucrania, pues como todas las partes admiten no es una guerra entre Rusia y Ucrania sino de Rusia –como parte de los BRICS o grupo de países imperialistas emergentes– contra la OTAN –potencias imperialistas en declive-, como dijimos en su momento, es un conflicto interimperialista que lo que persigue es armonizar el poder económico con el poder político a nivel planetario, cambiando el sistema financiero mundial y quitándole a un estado en bancarrota económica como EEUU la prerrogativa de disponer de la moneda mundial de intercambio, el dólar, elemento fundamental de interferencia económica de esa potencia imperialista en la economía mundial.
Por si alguien tenía todavía alguna duda de ello, el reaccionario dirigente de la UE y lacayo norteamericano del PSOE José Borrell las disipó completamente esta semana en una entrevista en la CNN diciendo lo siguiente: “(…) no podemos permitirnos que Rusia gane esta guerra ya que los intereses de la UE y de EEUU se verían seriamente dañados. No es una cuestión sólo de generosidad, no es una cuestión de apoyarles porque amamos al pueblo ucraniano, es una cuestión de nuestro propio interés, una cuestión de EEUU en su papel de representante del interés global”.
Esta misma semana, el CEO del monopolio financiero norteamericano BlackRock, Larry Fink –el cual tiene amplios intereses en Ucrania pues es quien controla lo que se denomina Fondo de Desarrollo de Ucrania, o lo que es lo mismo el que domina al estado ucraniano al controlar gran parte de su deuda– mediante una carta advertía del inminente estallido de “la crisis de jubilación” y de la Seguridad Social en EEUU, indicando abiertamente no sólo que la edad de jubilación debe ampliarse sino que la crisis de la Seguridad Social y de las pensiones se agudizará a medida de que los avances médicos alarguen la vida de las personas.
Asimismo, en la misiva da como cierta la premisa de que las nuevas generaciones de obreros vivirán infinitamente peor que las anteriores, que en absoluto han vivido bien, pretendiendo exculpar al responsable de esa realidad –el capitalismo– confrontando y dividiendo a la clase obrera en función de su edad: “No es de extrañar que las generaciones más jóvenes, los millennials y la Generación Z, estén tan ansiosas económicamente (…) Creen que mi generación – los baby boomers – se han centrado en su propio bienestar financiero en detrimento de quien viene después. Y en el caso de la jubilación tienen razón”, para concluir que la salida a la crisis de las pensiones pasa por hacer que los estados se desentiendan completamente de las pensiones y sean los trabajadores los que pongan su “ahorro” a disposición del capital financiero, es decir, a disposición de monopolios como el suyo, para poder tener acceso a una pensión. Lo expresado para EEUU, un país que no tiene sistema público de pensiones, pero del que reconoce este oligarca que la Seguridad Social no podrá hacer frente al pago de subsidios en 2034, anuncia la realidad de la economía de los países de la UE y de la bancarrota de ésta.
Los oligarcas, a las claras, señalan que un incremento en la esperanza de vida de la clase obrera –consecuencia del avance tecnológico y de la ciencia y, por tanto, de la medicina– es un problema económico para el capitalismo, al igual que desde hace una década ya lo advirtió Christine Lagarde cuando era dirigente del FMI indicando que el incremento de la esperanza de vida era un riesgo para la economía mundial. Y una de las maneras que tienen de quitar ese riesgo de la economía mundial es asesinando al excedente de población que, según esos oligarcas, lastran su voracidad económica para amasar cada vez más riqueza a costa de empobrecer a la humanidad y liquidarla. Y para asesinar a ese excedente de población se envenena a la humanidad con armas biológicas (en nuestra opinión la COVID-19 debe ubicarse en esta vía), se privatizan los servicios públicos –empezando por la sanidad– y se eleva el coste de vida a la par que se deprecian las pensiones, limitando así la vida de los ancianos obreros y, por último, los imperialistas llevan a la guerra a los pueblos.
EEUU y la UE, como potencias imperialistas en declive –acentuado por el avance del desarrollo tecnológico, de la Inteligencia Artificial, que hace que el liderazgo económico hoy se haya desplazado hacia potencias imperialistas emergentes como China y otros países BRICS que también controlan el acceso a las materias primas y los recursos energéticos– no tienen más salida que empujar a sus pueblos a la guerra para tratar de seguir manteniendo una hegemonía económica y política que, a tenor del desarrollo económico mundial, ya no les corresponde.
En la UE el 25% de los niños se hallan en riesgo de pobreza. Y fruto de la pobreza creciente de la clase trabajadora y de la situación de precarización de los hogares obreros, 11 millones de niños sufren enfermedades mentales según afirma UNICEF, siendo España el país de la UE con más niños en riesgos de pobreza o exclusión social, en torno al 30%.
En los países de la UE se suceden los despidos colectivos y los cierres de empresas, liderando las empresas tecnológicas estos despidos como consecuencia del desarrollo de la Inteligencia Artificial.
Los economistas del capital, como Niño Becerra, reconocen que el sistema está en las últimas cuando afirman que una mayoría de la población joven no va a trabajar en su vida y admiten que en un plazo medio las tasas de desempleo se establecerán rondando el 40%. No obstante, a pesar de mostrarle este vocero del capital la situación del sistema, envía el mensaje al pueblo trabajador que, aunque viva mal, malvivirá gracias a migajas que el Estado supuestamente le proporcionará. Por ello habla de la imposición de una renta mínima vital, de ocio barato y de marihuana legal; en definitiva, el mensaje de la Agenda 2030 de que “En 2030 no tendrás nada y serás feliz” emanado del FMI en 2016 y reiterado por el Foro de Davos en 2021, o lo que es lo mismo, hacerle el cuerpo a la clase obrera a aceptar malvivir ante la nefasta situación del sistema y hacer que los trabajadores acepten esta realidad sin rechistar, sin contestar a un sistema criminal y moribundo que no puede satisfacer las necesidades de la humanidad.
En realidad, ese es el placebo que el imperialismo pretende presentar a la mayoría obrera ante la bancarrota del sistema y el devenir que éste nos depara para tratar de desviarla de la confrontación contra el sistema.
Los hechos, sin embargo, van por el camino dictado por los monopolios, por el de la liquidación de las pensiones públicas, de la seguridad social, de la sanidad y la educación públicas, de la guerra imperialista. En el Estado español, la patronal está en el proceso de liquidación de las pensiones públicas con el apoyo de CCOO y UGT, que pretenden sacar tajada económica de ello, y ya plantean introducir en los convenios sectoriales la negociación de planes de pensiones privadas, que en el fondo es un reconocimiento de la inviabilidad del sistema público de pensiones. Los hechos indican que la pasada semana el gobierno español envió a 700 militares y 250 vehículos militares a fortalecer el flanco este de la OTAN en la guerra que mantiene contra Rusia; los hechos indican que tras el atentado en Moscú en el teatro Crocus, donde una creación terrorista de los EEUU, ISIS, asesinó a más de 140 civiles rusos, el presidente del gobierno de España Pedro Sánchez, el mismo día que se cumplieron 25 años desde que un carnicero del PSOE mandó bombardear Yugoslavia, le prometía a Zelensky más armamento, unido a los hombres enviados por el Estado español para combatir a Rusia bajo la bandera de la OTAN; los hechos muestran que los bombarderos estratégicos norteamericanos interceptados por un MiG-31 ruso el pasado 24 de marzo despegaron de la base aérea de Morón de la Frontera; que Menorca, junto con Rota y Cartagena son bases navales de la OTAN en su guerra contra Rusia y que tanto España como la UE están vendiendo armas a Israel en su genocidio contra Palestina; los hechos señalan que el gobierno “más progresista de la historia” es el gobierno más lacayuno a la OTAN y está embarcando al pueblo español en una guerra que únicamente interesa a los monopolios europeos y norteamericanos.
Hemos de recordar que en la declaración final del XXII Encuentro de los Partidos Comunistas (EIPCO) en La Habana el 29 de octubre, uno de los acuerdos adoptados fue el de “Movilizar a las masas en la denuncia y rechazo a la carrera armamentista y a los enormes recortes de gastos sociales que ella provoca, a la existencia y modernización de las armas nucleares, a las bases militares extranjeras; contra la OTAN y su proyecto de ampliar y convertirse en una organización militar global”. El PCE es firmante de dicha declaración final y forma parte de un gobierno totalmente lacayuno a la OTAN que ha incrementado el gasto militar y que está haciendo lo contrario de lo que el 29 de octubre acordó hacer en el EIPCO. ¿Para qué sirve el EIPCO pues? ¿Qué valor tiene un encuentro donde caben partidos burgueses y traidores a la clase obrera como el PCE que forma parte del Gobierno de España?
El capitalismo no tiene salida alguna y sólo puede proporcionar a la humanidad muerte y miseria. La única salida que tenemos los obreros, los parias de la Tierra, para imponer la paz, para garantizar la vida en el planeta, para garantizar una vida digna, es alzarnos contra el capitalismo, es desarrollar la Revolución Socialista y acabar para siempre con el capitalismo.
Los comunistas no podemos contemplar cómo los capitalistas envían a la guerra, a la muerte, a millones de obreros con el único objetivo de llenar sus sucios bolsillos de dinero con la muerte de nuestros hijos, de nuestra clase. La clase obrera solo debe participar en una guerra, que no es otra que la que acabe con los capitalistas que nos condenan a la humanidad a la muerte, a la miseria, a la desigualdad.
¡O ACABAMOS CON EL CAPITALISMO O ÉSTE ACABA CON LA HUMANIDAD!
¡FUERA DE LA UNIÓN EUROPEA Y DE LA OTAN!
¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÍOS!
¡SOLO LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA, EL SOCIALISMO, PUEDE SALVAR A LA CLASE OBRERA!
Madrid, 30 de marzo de 2024
COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (PCOE)