El pasado jueves 26 de marzo, el fiscal general de EEUU William Barr, presentó acusación en los tribunales de ese país contra el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, contra el Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino y el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y de otros altos cargos del gobierno venezolano a los que atribuye los delitos de “conspiración para el narcoterrorismo, conspiración para la importación de cocaína y tenencia de armas y otros artefactos destructivos”.
Rápidamente, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, al estilo mafioso y criminal que caracteriza a dicho Estado, ofreció recompensas de 15 millones de dólares por la captura del presidente venezolano y de 10 millones por la captura de otros dirigentes venezolanos.
Precisamente, esta medida la adopta el criminal gobierno norteamericano el mismo día que EEUU se sitúa a la cabeza en el mundo de casos detectados del coronavirus COVID-19; se conocía que 3,3 millones de norteamericanos solicitaron en esa semana la prestación por desempleo, una cifra desaforada no recordada por los analistas de la economía norteamericana, y el mismo día en que el Senado norteamericano aprobó una colección de medidas económicas, cuantificadas en 2 billones de dólares, para salir a rescatar a sus monopolios. Un rescate calificado por el senador republicano Mitch McConnell como “un nivel de inversión más propio de los tiempos de guerra”. Y por supuesto, la Reserva Federal seguirá haciendo dinero ficticio con el que tratará de evitar las quiebras y garantizar el crédito, tanto para las empresas como las administraciones norteamericanas.
Parece ser que el Estado, en nuestra opinión el más asesino que ha parido la historia, los EEUU, tiene que ir abonando el terreno para enjugar la bancarrota en la que se halla, que lejos de estar originada por el COVID-19, ya viene de lejos. La deuda norteamericana estaba fuera de control mucho antes de que el COVID-19 hubiera saltado a la palestra mundial, y Trump, lejos de deshacerse de la deuda pública en 8 años, como advertía en su campaña electoral, lo que ha conseguido es incrementarla en más de 4 billones de dólares durante su mandato, prometiendo romper récords en este sentido. El pasado mes de enero, una encuesta realizada por la revista Fortune señaló que el 60% de los inversionistas barajaban que este año 2020 se produciría una recesión en la economía norteamericana, recesión que los capitalistas llevan pronosticando para este año desde el año 2018. Situación económica norteamericana que empeora a la par que el precio del petróleo desciende, como consecuencia de la pugna existente entre Rusia y Arabia Saudita, que amenaza con llevarse por delante a muchas industrias norteamericanas relacionadas con el fracking, endeudadas hasta los ojos; según Moddy’s Inversors Service dicha industria tiene una deuda que superan los 200.000 millones de dólares que deben devolver en los próximos 4 años. Y es que para que EEUU pueda competir con el petróleo y el gas obtenidos a través del fracking, necesita que los precios del gas y del petróleo sean más elevados, ya que el coste extractivo del fracking es superior al de la extracción en los yacimientos petroleros y de gas de los países productores. He aquí el motivo fundamental por el que EEUU tiene necesidad de acelerar la guerra imperialista contra Venezuela.
La bancarrota estadounidense ya existente, agudizada por los efectos de la pandemia del COVID-19, obligan a EEUU no sólo a proseguir con su fraude, permitido por el resto del mundo, de darle a la máquina de generar dinero ficticio, sino también de buscar nuevos escenarios para que, mediante la guerra imperialista, pueda saquear los recursos económicos de otros pueblos, y es ahí donde debe circunscribirse esta enésima acción del gobierno norteamericano contra la República Bolivariana de Venezuela.
Y es que la acusación del gobierno norteamericano contra el Presidente venezolano y demás dirigentes y funcionarios del Estado venezolano no es más que una infamia, un acto más de indecencia que caracteriza a ese país imperialista, una canallada más de Trump y del criminal Estado al que representa. El mayor productor de cocaína en el mundo es Colombia – Estado títere de los EEUU que siendo precisos seguramente atendería mejor a la definición de narcoestado con la que pretenden etiquetar a Venezuela – que produce, según la ONU, el 70%; el resto se produce en Perú, un 20% y en Bolivia, el 10%. Dicha droga, la cocaína, llega a los EEUU a través de la ruta del pacífico oriental y del Caribe occidental, o lo que es lo mismo, desde Colombia, como perfectamente ilustra, por ejemplo, el siguiente gráfico publicado por el diario mexicano “El financiero” perteneciente al grupo norteamericano Bloomberg, cuyo dueño es el exalcalde de Nueva York y ha sido candidato en la carrera por ser el candidato Demócrata a la presidencia, demostrándose la falsedad de la acusación contra los dirigentes venezolanos:
El último episodio en la labor de desestabilización y provocación contra Venezuela por parte del gobierno norteamericano lo encontramos en cómo EEUU, como ha hecho siempre dando cobijo a los mercenarios terroristas (véase Posada Carriles), va a otorgar asilo a su mercenario golpista Cliver Alcalá Cordones, una de sus piezas junto con Juan Guaidó para desestabilizar y dar un golpe de Estado en Venezuela.
EEUU actúa con impunidad absoluta evidenciando su naturaleza criminal, su falta de respeto por la soberanía de los Estados, mostrando su rostro imperialista. El imperialismo conduce a la humanidad al abismo y a la guerra, siendo ésta la forma que tienen las potencias imperialistas para parchear sus crisis económicas. Decimos parchear porque el imperialismo se encuentra en su fase de crisis general, la cual sólo puede acabarse cuando los pueblos del mundo, el proletariado, vaya desarrollando revoluciones socialistas. Mientras el imperialismo perviva la crisis no sólo pervivirá, sino que cada día que pase será más intensa, más insostenible. De ahí que hoy más que nunca rige el siguiente dilema: O la vida en el planeta, que es apostar por el socialismo, o la muerte, que es lo que significa el imperialismo; no hay otra salida. ¡Socialismo o barbarie!
En nombre del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) enviamos nuestro internacionalismo proletario para con el pueblo venezolano y su Estado, y exigimos el fin del bloqueo y las sanciones económicas contra Venezuela. Hacemos un llamamiento al pueblo norteamericano a oponerse a su Gobierno y su Estado, que son el mayor riesgo contra la paz mundial que hoy es el mayor peligro que la humanidad debe sortear, porque es la potencia imperialista más sanguinaria y despiadada que existe sobre la faz de la tierra como lo acredita su política y su historia, siendo cruel con otros pueblos del mundo y cruel y despiadada con sus propios ciudadanos.
Rápidamente, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, al estilo mafioso y criminal que caracteriza a dicho Estado, ofreció recompensas de 15 millones de dólares por la captura del presidente venezolano y de 10 millones por la captura de otros dirigentes venezolanos.
Precisamente, esta medida la adopta el criminal gobierno norteamericano el mismo día que EEUU se sitúa a la cabeza en el mundo de casos detectados del coronavirus COVID-19; se conocía que 3,3 millones de norteamericanos solicitaron en esa semana la prestación por desempleo, una cifra desaforada no recordada por los analistas de la economía norteamericana, y el mismo día en que el Senado norteamericano aprobó una colección de medidas económicas, cuantificadas en 2 billones de dólares, para salir a rescatar a sus monopolios. Un rescate calificado por el senador republicano Mitch McConnell como “un nivel de inversión más propio de los tiempos de guerra”. Y por supuesto, la Reserva Federal seguirá haciendo dinero ficticio con el que tratará de evitar las quiebras y garantizar el crédito, tanto para las empresas como las administraciones norteamericanas.
Parece ser que el Estado, en nuestra opinión el más asesino que ha parido la historia, los EEUU, tiene que ir abonando el terreno para enjugar la bancarrota en la que se halla, que lejos de estar originada por el COVID-19, ya viene de lejos. La deuda norteamericana estaba fuera de control mucho antes de que el COVID-19 hubiera saltado a la palestra mundial, y Trump, lejos de deshacerse de la deuda pública en 8 años, como advertía en su campaña electoral, lo que ha conseguido es incrementarla en más de 4 billones de dólares durante su mandato, prometiendo romper récords en este sentido. El pasado mes de enero, una encuesta realizada por la revista Fortune señaló que el 60% de los inversionistas barajaban que este año 2020 se produciría una recesión en la economía norteamericana, recesión que los capitalistas llevan pronosticando para este año desde el año 2018. Situación económica norteamericana que empeora a la par que el precio del petróleo desciende, como consecuencia de la pugna existente entre Rusia y Arabia Saudita, que amenaza con llevarse por delante a muchas industrias norteamericanas relacionadas con el fracking, endeudadas hasta los ojos; según Moddy’s Inversors Service dicha industria tiene una deuda que superan los 200.000 millones de dólares que deben devolver en los próximos 4 años. Y es que para que EEUU pueda competir con el petróleo y el gas obtenidos a través del fracking, necesita que los precios del gas y del petróleo sean más elevados, ya que el coste extractivo del fracking es superior al de la extracción en los yacimientos petroleros y de gas de los países productores. He aquí el motivo fundamental por el que EEUU tiene necesidad de acelerar la guerra imperialista contra Venezuela.
La bancarrota estadounidense ya existente, agudizada por los efectos de la pandemia del COVID-19, obligan a EEUU no sólo a proseguir con su fraude, permitido por el resto del mundo, de darle a la máquina de generar dinero ficticio, sino también de buscar nuevos escenarios para que, mediante la guerra imperialista, pueda saquear los recursos económicos de otros pueblos, y es ahí donde debe circunscribirse esta enésima acción del gobierno norteamericano contra la República Bolivariana de Venezuela.
Y es que la acusación del gobierno norteamericano contra el Presidente venezolano y demás dirigentes y funcionarios del Estado venezolano no es más que una infamia, un acto más de indecencia que caracteriza a ese país imperialista, una canallada más de Trump y del criminal Estado al que representa. El mayor productor de cocaína en el mundo es Colombia – Estado títere de los EEUU que siendo precisos seguramente atendería mejor a la definición de narcoestado con la que pretenden etiquetar a Venezuela – que produce, según la ONU, el 70%; el resto se produce en Perú, un 20% y en Bolivia, el 10%. Dicha droga, la cocaína, llega a los EEUU a través de la ruta del pacífico oriental y del Caribe occidental, o lo que es lo mismo, desde Colombia, como perfectamente ilustra, por ejemplo, el siguiente gráfico publicado por el diario mexicano “El financiero” perteneciente al grupo norteamericano Bloomberg, cuyo dueño es el exalcalde de Nueva York y ha sido candidato en la carrera por ser el candidato Demócrata a la presidencia, demostrándose la falsedad de la acusación contra los dirigentes venezolanos:
El último episodio en la labor de desestabilización y provocación contra Venezuela por parte del gobierno norteamericano lo encontramos en cómo EEUU, como ha hecho siempre dando cobijo a los mercenarios terroristas (véase Posada Carriles), va a otorgar asilo a su mercenario golpista Cliver Alcalá Cordones, una de sus piezas junto con Juan Guaidó para desestabilizar y dar un golpe de Estado en Venezuela.
EEUU actúa con impunidad absoluta evidenciando su naturaleza criminal, su falta de respeto por la soberanía de los Estados, mostrando su rostro imperialista. El imperialismo conduce a la humanidad al abismo y a la guerra, siendo ésta la forma que tienen las potencias imperialistas para parchear sus crisis económicas. Decimos parchear porque el imperialismo se encuentra en su fase de crisis general, la cual sólo puede acabarse cuando los pueblos del mundo, el proletariado, vaya desarrollando revoluciones socialistas. Mientras el imperialismo perviva la crisis no sólo pervivirá, sino que cada día que pase será más intensa, más insostenible. De ahí que hoy más que nunca rige el siguiente dilema: O la vida en el planeta, que es apostar por el socialismo, o la muerte, que es lo que significa el imperialismo; no hay otra salida. ¡Socialismo o barbarie!
En nombre del Partido Comunista Obrero Español (PCOE) enviamos nuestro internacionalismo proletario para con el pueblo venezolano y su Estado, y exigimos el fin del bloqueo y las sanciones económicas contra Venezuela. Hacemos un llamamiento al pueblo norteamericano a oponerse a su Gobierno y su Estado, que son el mayor riesgo contra la paz mundial que hoy es el mayor peligro que la humanidad debe sortear, porque es la potencia imperialista más sanguinaria y despiadada que existe sobre la faz de la tierra como lo acredita su política y su historia, siendo cruel con otros pueblos del mundo y cruel y despiadada con sus propios ciudadanos.
¡Por la paz mundial, por el Socialismo!
¡Socialismo o barbarie!
28 de marzo de 2020
F.J. Barjas
Secretario General del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)