El dirigente y diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón ha publicado un artículo titulado “la izquierda marxista española en el siglo XXI” tanto en su página web como en Mundo Obrero, por la que hace un análisis donde busca los porqués del resultado electoral del 20 de diciembre valorando cómo la crisis ha repercutido en un cambio de “la concepción del mundo de grandes sectores sociales, y con ello también sus referentes político-electorales” para señalar su apuesta a seguir por esa izquierda marxista española del siglo XXI, u opción más coherente, de la que él se erige como portavoz autorizado.
Es curioso que Garzón hable de izquierda marxista y su análisis adolezca, por completo, del aspecto clasista. En ningún momento el análisis se desarrolla en términos de lucha de clases, ni considera como sujeto transformador y revolucionario al proletariado. El texto del diputado de IU refleja la concepción que éste tiene sobre la estructura de la sociedad, que para él está compuesta por “gente”, “sectores sociales” o “ciudadanía”. Para los marxistas, la sociedad se divide en dos clases sociales antagónicas en la que la pertenencia a ellas viene determinada por el lugar que ocupa el individuo con respecto a un sistema de producción históricamente determinado, que bajo el capitalismo es en virtud de la relación de éste con la propiedad de los medios de producción. Sin embargo, Garzón no caracteriza la sociedad capitalista como los marxistas, sino como los sociólogos burgueses, y sus teorías de estratificación social, con el objetivo de eludir las contradicciones de clase, y con ellas, asumir plenamente tanto el estado burgués como el modo de producción capitalista. Este hecho es determinante en la concepción burguesa del mundo que posee Alberto Garzón, y consecuentemente alejado del marxismo, quedando palpable en su concepción fetichista de la democracia burguesa, así como de la concepción de partido.
Es por ello que para Garzón el 20 de diciembre supuso “la cristalización de las importantes y recientes transformaciones en nuestro país” no dudando en reconocer que “en los últimos años ha cambiado la concepción del mundo de grandes sectores sociales, y con ello también sus referentes políticos-electorales”; de tal modo que para él cambiar la concepción del mundo es equivalente a la modificación del comportamiento electoral de “millones de personas de extracción social heterogénea”. ¿Es esto cierto? Ninguno de los partidos políticos que han obtenido representación parlamentaria en los comicios de 2015 – ya sean emergentes o clásicos, de la ‘izquierda’ o la derecha del sistema – cuestiona al capitalismo como sistema económico, en consecuencia, tampoco cuestionan la existencia del estado burgués siendo, de hecho, todos ellos unos fetichistas de lo que denominan hipócritamente “estado de derecho” y de la democracia burguesa así como todos ellos acatan el orden social mundial imperante, el imperialismo, baste para ello echar una mirada a Grecia y al gobierno de Syriza que está ejecutando el memorándum impuesto por los imperialistas y del que Alberto Garzón, en una entrevista en la campaña de las generales de 2015 realizada en el diario El Mundo, señalaba “No creo que sea un traidor ni mucho menos, porque la política va más allá de una pelea entre el bien y el mal. Tiene que ver con los contextos, y Grecia es un país con muy poca capacidad de presión. Syriza sigue siendo nuestra aliada.”
Hablar de la concepción del mundo es equivalente a hablar de ideología y tanto en nuestro país, como en el mundo, sigue imperando el dominio de la ideología de la burguesía, con lo que no es cierto que en los últimos años haya cambiado la concepción del mundo tal y como afirma Garzón, demostrándose que éste confunde lo que es la ideología con lo que es la sicología social.
Alberto Garzón reconoce que “esos cambios en la concepción del mundo”, que para él son que “la gente empezó a cuestionar no sólo a los gestores de lo público sino también a los partidos, a los sindicatos, a la propia constitución…”, jamás cuestionaron al sistema, sino todo lo contrario, a tenor de sus propias palabras fueron encauzados por el propio sistema, sin cuestionar la existencia de éste ni plantearle alternativa, en concreto, Garzón a este respecto señala que “de ahí que sea lógico que la frustración de mucha gente se haya canalizado a través de nuevos vehículos políticos, que son los llamados partidos emergentes”.
En realidad, lo que describe Alberto Garzón, lejos de suponer transformación política alguna en el estado español y un cambio de la concepción del mundo de amplios sectores sociales lo que significa es una gran victoria de la burguesía que ha sido capaz de encauzar la indignación del proletariado a través de su sistema político, de su democracia burguesa, siendo ello la garantía de que no haya ningún cambio real de la base sobre la que se asienta la maquinaria del estado de la burguesía y suponiendo una regeneración de su corrompido sistema político mediante el cual impone de forma cruel e infame. Si Garzón fuera realmente marxista, que no lo es, recordaría y reflejaría las palabras de Lenin cuando afirmaba que “la omnipotencia de la ‘riqueza’ también es más segura en las repúblicas democráticas porque no dependen de unos u otros defectos del mecanismo político ni de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo (…) esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos dentro de la república democrática burguesa” y que encierran la esencia de la realidad política actual.
Marx, en el primer capítulo de la Ideología Alemana, señala “3) que todas las anteriores revoluciones dejaban intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de ésta, al paso que la revolución comunista va dirigida contra el carácter anterior de actividad, elimina el trabajo y suprime la dominación de todas las clases, al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad, y 4) que, tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases ” ubicando con claridad el engarce con la historia de la humanidad, y el salto cualitativo que implica para ella, de la revolución que procede en la actualidad – el único cambio real en la concepción del mundo – y mostrando, con nitidez, una de las bases sobre las que se sustenta la ideología marxista, el materialismo histórico. Y además, Marx nos muestra también la necesidad de la revolución para acabar con el capitalismo, es decir, para realizar el verdadero cambio y también nos explicita quién es el sujeto revolucionario. El propio Marx abofetea ideológicamente a Garzón y a la ideología burguesa que abraza, así como a “la opción más coherente” que plantea y a la veneración que profesa hacia la democracia burguesa.
Por otro lado, Garzón niega la lucha de contrarios, en términos de clase, cuya expresión máxima se da en la lucha entre socialismo e imperialismo, Garzón oculta esta contradicción fundamental y la sustituye por otra supuesta contradicción falaz como es la pugna democracia burguesa contra neoliberalismo de tal modo que se oculta a la masa proletaria la raíz de los problemas, que es el imperialismo, y consecuentemente se la desarma y deforma ideológicamente. Si se niega la lucha de clases, se niega la máxima marxista de que el estado atiende a intereses de una clase determinada, en concreto bajo el capitalismo los intereses de la burguesía. Es el imperialismo – a los que sirven conservadores, neoliberales, socialdemócratas, y oportunistas de todo pelaje – es el responsable de la depauperación de las condiciones económicas y del incremento de la represión contra el pueblo trabajador, así como del incremento de la desigualdad como consecuencia de la concentración la del capital y de la producción; y son los estados los instrumentos, al servicio de las instituciones supranacionales o asociaciones de capitalistas internacionales desde donde los monopolios imponen su dictadura, que se encargan no sólo de reprimir, sino también de redistribuir la riqueza a favor de los monopolios, y no el neoliberalismo. Garzón ocultando la contradicción socialismo vs. Imperialismo y sustituyéndola por neoliberalismo vs. Democracia burguesa salvaguarda al capitalismo putrefacto y se alinea en defensa del estado burgués, bajo su fórmula democrático-burguesa que, como señalaba Lenin, “es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo”. Nuevamente este supuesto ‘marxista’ vuelve a negar al marxismo, a pesar de autoerigirse como un profeta del mismo.
Concluyo fijándome en la “opción más coherente” aportada por Alberto Garzón en el debate interno que deben estar manteniendo en el seno de su organización – en un claro proceso de descomposición, algo lógico teniendo en cuenta que ésta es parte de un sistema putrefacto y gangrenado – y se comprueba que, nuevamente, incurre en una contradicción. Previamente critica a su organización señalando que “triunfó una suerte de nuevo eurocomunismo o neocarrillismo que abogaba por recoger los beneficios electorales de la crisis sin apostar por articular una respuesta política anticapitalista” pero apuesta por profundizar en la democracia burguesa “para que la izquierda marxista pueda trabajar para la emancipación de las clases populares”, o lo que es lo mismo, repudia al eurocomunismo para posteriormente adoptarlo nuevamente y lanzarse a sus brazos, en tanto que esa “opción más coherente” de Alberto Garzón, siguiendo los pasos de los oportunistas de derechas que estas últimas décadas han dirigido su organización política, acepta los intereses de la burguesía en tanto que acata y acepta su estado, volviendo nuevamente a traicionar a Marx.
No es de extrañar, pues, que las diferentes encuestas de los medios de comunicación capitalistas, con las que los burgueses dirigen a las masas, realcen a Alberto Garzón y manifiesten que es el político más valorado en estos momentos. Es normal, pues el servicio que les hace es magnífico, se muestra como marxista y odia a Marx, lo niega, niega al proletariado su existencia, en consecuencia, niega su misión histórica, su papel como sujeto revolucionario y pretende mostrarse como marxista cuando lo que extiende es la ideología burguesa. Y es que Alberto Garzón ni es marxista ni es de izquierda.
F. J. Barjas
Secretario General del Partido Comunista Obrero Español