Pocas frases pueden resumir tan brillantemente el papel de zapa que hacen los socialistas en la clase obrera. Así habla un antiguo ministro del PSOE y dirigente de UGT citado a su vez por el periodista Miguel Angel Belloso ex director del diario económico Expansión y tertuliano de la COPE que se presenta como @ChicoDeDerechas. De hecho la frase la ponen en boca del fundador del PSOE Pablo Iglesias cuyos principios pretende recuperar su versión moderna del mismo nombre, el “coletas” como las clases populares le conocen.
Los comunistas no nos inventamos nada ya que nos basta con lo que dicen y hacen los protagonistas y sus amigos. El capital retrata perfectamente el papel de la socialdemocracia en la historia cuando le agradece constantemente sus servicios.
El susodicho periodista que representa la voz de lo que desea la oligarquía financiera expone muy a las claras qué gran servicio les ha rendido el PSOE:
“La grandeza de la política consiste en entender bien lo que está ocurriendo, dar con las soluciones adecuadas, a pesar de que sean contradictorias con los presupuestos iniciales, y luego venderlas con éxito a los compañeros. Esto es lo que hizo, ya lo he dicho en otra ocasión, Felipe González cuando abjuró del marxismo”.
El marxismo y el leninismo son los enemigos a batir y la peor pesadilla del capitalismo. Para combatirlo nada mejor que una supuesta izquierda que le inculca a la clase obrera lo que le dictan los monopolios:
“Cuando el PSOE llegó al Gobierno en 1982 tuvo que afrontar la etapa más dura que podía imaginarse. Pero citemos lo que más nos conviene ahora: la reconversión industrial. Es decir, un montón de astilleros, de industrias y de fábricas obsoletas que no tenían futuro alguno y que debían liquidarse con los menores daños posibles, que eran colosales. Las servidumbres de sucumbir al baño de realidad eran monstruosas, y la más importante era explicar a los obreros que esto es lo que había que hacer por el bien del país, afrontando la escalada de conflictos, de revueltas y de huelgas que se produjeron pero con un final feliz: lo que tenía que hacerse fue consumado.”
La reconversión industrial produjo la mutilación de la capacidad productiva del país en función de la configuración internacional de la producción en Europa diseñada por los monopolios europeos, principalmente alemanes y franceses. Ellos decidieron qué es lo que no se debía producir en España y el PSOE hizo el trabajo sucio revólver en mano. Entre 1974 y 1984 se perdieron en España casi 800 mil empleos industriales.
La verdad del capitalismo que hay que inculcarles a los obreros aunque les duela y de ello se encargaron siempre los socialdemócratas es que “si se sube el salario mínimo habrá muchos jóvenes que tendrán menos oportunidades para encontrar un trabajo, que si se ponen muchas dificultades para el trabajo temporal el desempleo aumentará, que si se regresa a la negociación centralizada y colectiva las empresas se lo pensarán mucho más antes de contratar, que no se pueden aumentar los derechos en la Constitución pues no hay capacidad financiera para garantizarlos”.
La otra versión de la socialdemocracia encarnada en el Pablo Iglesias contemporáneo (y que se reivindica más socialista que el PSOE) inyecta en las venas a los obreros esperanzas de mejorar sus condiciones de vida dentro del régimen capitalista y dando gato por liebre al cambiar revolución por lucha parlamentaria. “Regenerando” la democracia burguesa, “democratizando” un Estado que por naturaleza es un instrumento de opresión de una clase sobre otra.
Podemos, IU-PCE y todo engendro de “izquierdas” reformista resucitan una y otra vez al viejo revisionismo representado por Leonard Bernstein (uno de los principales fundadores de la socialdemocracia) que renegaba del marxismo y del papel revolucionario de la clase obrera con argumentos como:
“El asalariado moderno no es lo mismo que la masa homogénea y uniformemente privada de vínculos con la propiedad, la familia, etc que suponía el Manifiesto Comunista y precisamente en las industrias fabriles más avanzadas era donde se podía encontrar toda una jerarquía de trabajadores diferenciados entre cuyos grupos sólo existía un modesto sentimiento de solidaridad”
Esto lo escribió en 1899 en “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia”. ¿Les suena? Es el mismo argumento con el que traidores y vendidos al capital nos dicen que la clase obrera ya no existe o bien no es capaz de unirse y por tanto se merece lo que tiene.
La historia dejó este argumento bajo tierra con las hermosas páginas que escribió el movimiento obrero en el siglo XX. Y ahora nos quieren contar la misma “verdad”, aunque nos duela.