Tras el catastrófico terremoto de magnitud 7’8 que se dio el pasado día 6 de febrero en Turquía y Siria, donde han perdido la vida más de 20.000 personas, la situación en ambos países es de una gravedad enorme. Si hablamos de fallecidos y de drama humanitario, Turquía se ha llevado seguramente la peor parte, con alrededor de 17.000 fallecidos, 70.000 heridos y 6.500 edificios completamente devastados. Por su parte, el número total de muertes en Siria ya supera las 3.300 junto con más de 5200 heridos.
El seísmo, ya de por sí una tragedia, se convierte en auténtico terror para la clase trabajadora de la región a causa de las paupérrimas condiciones de las infraestructuras y a lo miserable que es la vida del proletariado bajo el yugo del capital. La ira del pueblo se hizo patente cuando vimos que los políticos fascistas de Turquía realizaban, en su mayoría, las declaraciones y las falsas muestras de solidaridad a través de una pantalla; y en el caso de salir a la calle y acercarse a los afectados, lo hacían rodeados de decenas de guardaespaldas, pues son conocedores de que la miseria que golpea hoy al pueblo tiene como causa fundamental la acumulación de capital por parte de una minoría parasitaria que condena a los pueblos del mundo a la miseria más extrema.
Estos días hemos podido leer como camaradas de Turquía recordaban que las últimas y carísimas empresas urbanísticas del fascista Erdoğan – como instalaciones en aeropuertos, amplias carreteras, viaductos, etc. – han quedado completamente destrozadas por el terremoto. Esto ocurre porque su construcción no se realiza para dotar al proletariado de una mejor infraestructura para el desarrollo de la vida, sino que son auténticos templos de consumo para la vida capitalista; es, simple y llanamente, un saqueo de los impuestos públicos que se transfiere a manos privadas, a una minoría de burgueses para así seguir alimentando el capitalismo monopolista. Y mientras los trabajadores mueren en la catástrofe natural o tienen que dejarse la piel para buscar a sus seres queridos, las acciones de las empresas constructoras y cementeras perciben una subida en la bolsa de valores, pues para ellos la tragedia se traduce en nuevas oportunidades empresariales y especulativas. Esta es la inmundicia y la inhumanidad del capitalismo. Es la barbarie más completa y absoluta.
Es en estos momentos históricos donde la contradicción entre los intereses del Estado burgués y las amplias masas proletarias se refleja de la forma más clara y nítida posible. Como pudimos ver, fueron los comunistas de Turquía, la vanguardia del pueblo, quienes desplegaron rápidamente las tareas de solidaridad, organizaron comités de búsqueda de personas y dieron de comer al pueblo, al tiempo que denunciaron rápidamente la labor antipopular del gobierno de Erdoğan.
Por si padecer una de las peores catástrofes que se han visto en la zona en el último siglo no fuera suficiente, esta realidad tan dolorosa se agrava especialmente en Siria: internamente, el país está en guerra desde hace 12 años, lo que se suma al hecho de estar atravesando una epidemia de cólera; a nivel exterior, las sanciones contra el país por parte del imperialismo impiden que llegue la ayuda humanitaria que sí está llegando a Turquía.
Los afectados por el seísmo precisan de hospitales de campo, maquinaria para quitar escombros, combustible, un techo para quienes han perdido su hogar, comida y agua caliente para los afectados, etc. Cada hora que pasa hace más difícil encontrar personas vivas, lo que se suma a la situación de caos a causa del miedo ante posibles derrumbes, el frío y los cortes de electricidad.
En la mañana del 9 de febrero, Bouzeina Shaaban, asesora política y de prensa de la Presidencia de la República de Siria, denunciaba lo siguiente: «aceptamos la asistencia de Occidente, y si Estados Unidos y la Unión Europea ofrecen ayuda, la aceptamos, pero no ofrecieron ninguna a pesar del llamamiento del presidente de la Cruz Roja Internacional a todos los países del mundo».
La guerra en Siria, alimentada y financiada por el bloque imperialista norteamericano y europeo, y que tiene como su brazo ejecutor a la organización terrorista de la OTAN, ha llevado a cabo todos los esfuerzos posibles para mantener con vida un conflicto que estaba completamente perdido. Mientras que las “democracias occidentales” no dudaron ni por un segundo en llevar a cabo el bombardeo masivo de Siria por más de una década, ahora parece que son incapaces de prestar un mínimo de ayuda humanitaria. Lo que contrasta con el envío de brigadas médicas por parte de Cuba, auténtico ejemplo de internacionalismo proletario.
Así de retorcidos, criminales y genocidas son los burgueses que dirigen el mundo. Esta es la auténtica cara del capitalismo, que no quiere ayudar a los afectados porque en su fase monopolista y putrefacta ansía y necesita la guerra, precisa del terror, pues sus beneficios disminuyen y las contradicciones en la base económica y la pugna con las potencias emergentes como Rusia y China provocan una automatización forzada que implica la negación misma del capitalismo.
Desde el Partido Comunista Obrero Español nos solidarizamos con la población afectada en Turquía y en Siria, aplaudimos la labor de los camaradas de esos países que se están dejando la vida para ayudar con las tareas de rescate y atención a las víctimas, y denunciamos los criminales acciones del imperialismo, donde podemos comprobar como el modo de producción capitalista solo nos puede ofrecer a los trabajadores del mundo la guerra, la miseria, la barbarie y la muerte. Y frente a esa barbarie solo nos queda la organización revolucionaria de los trabajadores conscientes, el partido de nuevo tipo leninista, para poner fin a la explotación y a las injusticias por medio de la revolución socialista.
Madrid, 10 de febrero de 2023
SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)