La muerte de Gorbachov y la contrarrevolución en la Unión Soviética

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El pasado día 30 de agosto murió Mijaíl Gorbachov, quien fue desde 1985 hasta 1991 Secretario General del Comité Central del PCUS y cuya trayectoria política lo evidencia como uno de los mayores enemigos de la historia para con el proletariado internacional y el movimiento comunista.

La mera presencia de este canalla en las filas del PCUS, así como su posterior ascenso a la dirección del partido, es una muestra clara de como durante décadas las tendencias trotskistas, contrarrevolucionarias, burocráticas, revisionistas, oportunistas y anticomunistas fueron arraigándose y destruyeron desde dentro la Unión Soviética. Y esto ocurrió porque el Partido de nuevo tipo leninista es el instrumento sublime del proletariado revolucionario, es su alma y su corazón, es su herramienta más esencial para derrocar definitivamente a la burguesía y acabar con su criminal sistema capitalista, así como para sostener el dominio de la mayoría explotada sobre la minoría de explotadores y parásitos burgueses mediante la dictadura del proletariado.

Los revolucionarios bien sabemos que el periodo que comprende desde el inicio del mandato de Nikita Jrushchov, en 1953, hasta el final del gobierno de Mijaíl Gorbachov, en 1991, se caracteriza por ser aquel donde el revisionismo se desarrolló hasta alcanzar su máxima expresión y donde el socialismo en la Unión Soviética se fue eliminando, partiendo del repudio que demostraron Jrushchov y su camarilla hacia los principios más elementales del marxismo-leninismo y la memoria del camarada Stalin, hasta la completa restauración del capitalismo en el país de los soviets con la “reestructuración económica” de la Perestroika y la falsa “apertura y transparencia” del Glásnost.

Gorbachov fue durante toda su vida un lacayo de la CIA y una marioneta dirigida por los monopolios norteamericanos cuyo único objetivo era acabar con el avance del movimiento obrero revolucionario hacia el comunismo y poner el punto y final a la restauración capitalista en la URSS, como así lo confesó en un discurso pronunciado en 2018: “El objetivo de mi vida fue la aniquilación del comunismo… mi esposa me apoyó plenamente y lo entendió incluso antes que yo […] para lograrlo logré encontrar compañeros de lucha, entre ellos A. N. Yakovlev y Shevardnadze”.

La disolución de la Unión Soviética fue, además, un proceso que permitió a los burócratas nuevos y viejos – la llamada nomenklatura, que utilizaban el Estado soviético como si de una empresa gigantesca se tratase – acumular todas las riquezas que pertenecían al poder obrero y popular al objeto de desposeer por completo al proletariado soviético, arrebatarle su legítimo control sobre sus medios de producción, y convertirse en los oligarcas que dominan Rusia hoy día, donde la pobreza, el anticomunismo, la subyugación de la mujer, el nacionalismo, la miseria y las mafias están a la orden del día. Este es el legado de Jrushchov, Brézhnev, Gorbachov y compañía, y que continua hoy día Vladímir Putin.

La burguesía imperialista que domina hoy Rusia es fruto del corrompido sistema establecido en 1956 tras el XX Congreso del PCUS y donde Gorbachov significó la coronación de un proceso de restablecimiento del capitalismo que era contrario a los anhelos del pueblo soviético, como bien demostraron los resultados del Referéndum sobre el futuro de la URSS, celebrado el 17 de marzo de 1991, donde el 77’8% de los votos –  es decir, más de 113 millones de soviéticos – fueron favorables a la preservación del socialismo, aunque este ya estuviera para entonces completamente degenerado y carcomido por la camarilla anticomunista que se había hecho con el poder durante las últimas décadas y cuyo objetivo principal era disolver la URSS.

Los camaradas Lenin y Stalin demostraron holgadamente que el modo de producción socialista, pese a todas las trabas e injerencias que lleva a cabo la burguesía internacional – hambrunas, guerras, aislamiento, golpes de Estado y calamidades de todo tipo – es superior al sistema de producción capitalista. La Unión Soviética fue la prueba palmaria de que el socialismo es viable y es necesario, y cuya debilidad solo existe cuando se abandona el marxismo-leninismo. Por tanto, la caída de la Unión Soviética a causa de la labor de miserables como Gorbachov no es una constatación de que el socialismo fracasó; al contrario, la caída de la URSS fue consecuencia del abandono del socialismo.

 

Madrid, 2 de septiembre de 2022

 

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)




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