A pesar de la excusa de la emergencia sanitaria para implantar en la práctica un Estado de Excepción, al gobierno “progresista” y todos los Estados capitalistas se les ve el plumero fácilmente cuando se ve cómo y a quién se aplica con mano de hierro o mano de trapo.
Vemos por un lado que no está permitido simplemente sentarse en un banco, pero sí sentarse en la terraza de un bar. Todos los movimientos autorizados, básicamente, han sido para trabajar, incluso en sectores no esenciales, e ir al supermercado, que, por cierto, nos han aplicado un impuesto extra subiendo los precios de alimentos básicos.
Por otro lado, vemos a quién se aplica con mano de acero las prohibiciones de circulación y “distancia social” con la que machaconamente nos insisten desde todas las esferas del Estado y sus tentáculos mediáticos.
La policía ha actuado con mano de acero, especialmente en los barrios populares, aplicando más de un millón de sanciones y deteniendo a más de 8.400 personas.
Si sabemos que la sanción mínima es de 601 euros, podemos intuir que este Estado de Alarma ha tenido, también, una función recaudatoria y represiva. Es un nuevo saqueo directo de millones de euros a los ya esquilmados ahorros de las clases populares (sin contar los miles de millones que está regalando a las empresas y bancos) y una vuelta de tuerca en el miedo al pueblo a salir a la calle y a reunirse. Mayor saña no ha podido tener con las clases populares el Estado y sus fuerzas de seguridad (sin olvidar a la policía municipal, que es la que más multas ha puesto).
Más criminal aún resulta este estado policial si lo comparamos con la complicidad del Estado con los fascistas que han salido a la calle a protestar (porque hasta un gobierno socialdemócrata no les vale) sin ningún tipo de restricción y sin necesidad siquiera de pedir autorización. Estas masas infectas han recibido abiertamente la simpatía de las Fuerzas de Seguridad el Estado.
Pero no sólo eso. La saña se ha aplicado con aquellos que protestaban contra esos actos fascistas, agrediéndolos y deteniéndolos.
Incluso la policía ha actuado contra el personal sanitario que mostraba su rechazo a esas masas aborregadas que podían suponer un peligro para la salud pública. Atrás quedó el paripé de los aplausos a los médicos y enfermeros por jugarse la vida en los hospitales.
En Sevilla hemos asistido al desparpajo de las mismas masas infectas a lo largo de la Avenida de la Palmera, una zona poblada de una burguesía fascista sin complejos.
En el bando contrario, no se han autorizado concentraciones solicitadas por sindicatos de clase a pesar de garantizar un respeto estricto del distanciamiento social y medidas de prevención de contagio. Sirva de ejemplo el comunicado del “Bloque combativo y de clase” de Madrid:
Tenemos otro ejemplo con los futbolistas millonarios, que incumplen las normas “impuestas” para garantizar la puesta en marcha de la maquinaria a billetes del circo futbolístico profesional.
Han valido unas disculpas para que los futbolistas del Sevilla FC que organizaron una fiesta con más personas de las permitidas salgan impunes de cualquier sanción por parte de la policía, para regocijo de los accionistas del club y la complicidad de las instituciones deportivas. El presidente de la Liga de Fútbol, el falangista Javier Tebas, pone en valor el arrepentimiento de estos multimillonarios consentidos.
Durante las últimas semanas hemos visto cómo todo el aparato del régimen arremetía sin piedad contra los grupos de familias o amigos que habían organizado alguna fiesta en sus casas, acusándolos prácticamente de criminales.
El gobierno “más progresista de la historia” vuelve a mirar para otro lado. Para el lado más reaccionario de la sociedad. No sólo no ha sancionado a las masas infectas que se saltan todo tipo de “distanciamiento social”, sino que el ministro de Interior, Grande Marlaska, ha anunciado la tercera subida de los sueldos de guardias civiles y policías nacionales, lo cual supone en total un gasto de 807 millones de euros.
Seguramente Teresa Rodríguez esté contenta porque el gobierno “progresista” cuida a los guardias civiles como ella pide que se haga en el parlamento andaluz.
Todo indica que las clases populares están vendidas en manos del gobierno de “izquierda”, que prepara el terreno para una arremetida del lado más fascista del régimen, que volverá con más fuerza. La desorganización de las clases populares en mil pedazos, fruto de las esperanzas en el parlementarismo burgués y la división en cientos de luchas atómicas, hacen posible que millones de personas vivan sometidas al imperio de un Estado heredero del franquismo cada vez más abiertamente fascista, que representa los intereses de una minoría oligárquica que se reparte el inmenso pastel de riqueza que producen las clases trabajadoras de este país.
El pueblo trabajador así no puede seguir, y si sigue así podemos esperar tiempos aún más duros a nivel económico y a libertades cada vez más restringidas. En cada momento usarán una excusa diferente, como lo han hecho con el terrorismo y lo están haciendo ahora con el Covid-19. Son las arremetidas del sistema capitalista moribundo y en descomposición.
La única salida del pueblo trabajador (obreros de la ciudad y el campo, pensionistas, estudiantes, …) es organizarse en un frente único del pueblo para tumbar a este régimen inhumano, para edificar una democracia obrera y popular y tomar el control de las riquezas naturales, empresas privatizadas, monopolios estratégicos y bancos rescatados. Para tumbar al fascismo y al capitalismo de una tacada.
Contra el saqueo y la represión del Estado español
Organización en un Frente Único del Pueblo
Por el Socialismo
Comité Provincial del PCOE en Sevilla